Cada vez que empezaba a desalentarse, se recordaba a sí mismo que lo que estaba haciendo, por incómodo que le resultase en aquel momento, era mucho mejor que quedarse de brazos cruzados sin queso. Estaba tomando las riendas de su vida en vez de dejar simplemente que las cosas ocurrieran.
Luego se recordó que si Oli y Corri eran capaces de aventurarse, él también lo era.
Más tarde, Kof reconstruyó los hechos y llegó a la conclusión de que el queso de la Central Quesera Q no había desaparecido de la noche a la mañana, como había creído al principio. En los últimos tiempos, había cada vez menos queso y además, el que quedaba, ya no sabía tan bien.
Tal vez el queso había empezado a enmohecerse y él no lo había notado. Tuvo que admitir, sin embargo, que si hubiera querido se habría percatado de lo que estaba ocurriendo. Pero no lo había hecho.
En aquel momento comprendió que el cambio no lo habría pillado por sorpresa si se hubiera fijado en que este iba produciendo gradualmente y lo hubiese previsto. Quizás era eso lo que Oli y Corri habían hecho.
Se detuvo a descansar, y escribió en la pared del laberinto:
Huele el queso a menudo
para saber cuándo empieza a enmohecerse.
Cuando llevaba sin encontrar queso durante un tiempo que le pareció muy largo, Kof llegó a una inmensa Central Quesera que tenía un aspecto prometedor. Pero cuando entró sufrió una gran decepción al ver que estaba totalmente vacía.
«Ya he tenido esta sensación de vacío con demasiada frecuencia », pensó, con ganas de abandonar la búsqueda.
A Kof empezaban a flaquearle las fuerzas. Sabía que estaba perdido y temía no sobrevivir. Pensó en dar marcha atrás y regresar a la Central Quesera Q. Al menos, si lo conseguía y Kif estaba aún allí, no se sentiría tan solo. Entonces volvió a formularse la misma pregunta de antes: «¿Qué haría si no tuviera miedo?».
Tenía miedo más a menudo de lo que estaba dispuesto a admitir. No siempre estaba seguro de qué era lo que le daba miedo, pero el aquel estado de debilidad supo que tenía miedo de seguir avanzando solo. Kof no se percataba, pero se estaba quedando atrás por culpa de sus miedos.
Se preguntó si Kif se habría movido o seguiría paralizado por sus miedos. Entonces, Kof recordó las ocasiones en que había sentido más a gusto en el laberinto. Siempre había sido estando en movimiento. Escribió una frase en la pared, sabiendo que era tanto un recordatorio para sí mismo como una señal por si su compañero Kif se decidía a seguirlo:
Avanzar en una dirección nueva
ayuda a encontrar un nuevo queso.
Kof miró el oscuro corredor y fue consciente de su miedo. ¿Qué le esperaba ahí dentro? ¿Estaba vacío? O peor aún: ¿había peligros escondidos? Empezó a imaginar todo tipo de cosas aterradoras que podían ocurrirle. Cada vez sentía más pavor.
Entonces se río de sí mismo. Comprendió que lo único que hacían sus miedos era empeorar las cosas. Por eso, hizo lo que hubiera hecho de no tener miedo: avanzó en una nueva dirección.
Cuando empezó a correr por el oscuro pasillo, una sonrisa se dibujó en sus labios. Kof todavía no lo comprendía, pero estaba descubriendo lo que alimentaba su alma. Se sentía libre y tenía confianza en lo que le aguardaba, aunque no supiera exactamente qué era.
Para su sorpresa, vio que cada vez se lo pasaba mejor.
«¿Por qué me siento tan bien? -se preguntó-. No tengo ni una pizca de queso ni sé hacia dónde voy.»
No tardó en comprender por qué se sentía de aquel modo.
Y se entretuvo para escribir de nuevo en la pared:
Cuando dejas atrás el miedo,
te sientes libre.
Kof comprendió que había sido prisionero de su propio miedo. Avanzar en una dirección nueva lo había liberado.
En ese momento notó la brisa que corría por aquella parte del laberinto y la pareció refrescante. Respiró hondo unas cuantas veces y se sintió revitalizado. Después de haber dejado atrás el miedo, todo resultó mucho más agradable de lo que él había pensado que sería.
Hacía mucho tiempo que no se sentía de aquella manera. Casi había olvidado lo divertido que era.
Para que todo fuera aún mejor, Kof empezó a hacer un dibujo en su mente. Se veía con todo detalle y gran realismo, sentado en medio de un montón de sus quesos favoritos, desde el chedar hasta el brie. Se vio comiendo de todos los quesos que le gustaban y disfrutó con lo que vio. Luego imaginó lo felicísimo que lo harían todos aquellos sabores.
Cuanto más clara veía la imagen del nuevo queso, más real se volvía y más presentía que iba a encontrarlo.
Kof escribió de nuevo en la pared:
Imaginarse disfrutando del queso nuevo
antes incluso de encontrarlo conduce hacia él.
«¿Por qué no lo había hecho antes?», se preguntó.
Entonces, echó a correr por el laberinto con más energía y agilidad. Al poco localizó otra Central Quesera en cuya puerta vio, con gran excitación, unos pedacitos de un nuevo queso.
(continúa 8va parte)
El cuento (7 ma parte)
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QUIEN SE HA LLEVADO MI QUESO???
Citas...de Jorge Bucay
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"No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones."
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